jueves, 31 de enero de 2008

Cuento I

Juan Etchegaray

La historia comienza cuando Juan Etchegaray sale de su casa. Digamos mejor, que fue expulsado de su casa por su madre. Él no podía decirle “no” a su madre. No es que no quisiera o le faltase valor, simplemente para un lingüista como él no sería correcto cargar de más “no” las pláticas con su madre.
Su madre solía decírselo varias veces a él por diversos motivos repitiéndole siempre el “no” como acto reflejo. Cuando una persona normal respondería: -"No", ella va a decir: -"No, no"… siempre!
En cierta ocasión, la madre, a quien vamos a llamar Claudia, aunque su verdadero nombre es Margarita, tuvo un grave altercado con un verdulero llamado Carlos – todos los altercados con hombres llamados Carlos son graves por defecto-. El verdulero le acercó la bolsa de tomates a la vez que le preguntaba si no quería unos melones, ya que era época. Ante la pregunta de la fruta del día, la madre de Etchegaray, Claudia (es importante recordar que su verdadero nombre es Margarita), dice: “no-no”. El verdulero, desconcertado, vuelve atrás con la bolsa y vuelve a preguntar por los melones, pensando que tal vez uno de los no indicaba que la mujer se había arrepentido de su compra. Los hechos derivaron rápidamente en una gran confusión y los "no" salían como disparados, mientras el verdulero no sabia que hacer con las bolsas y la señora frente a el. Para este momento el verdulero ya perdía la paciencia –todas las personas llamadas Carlos cuentan con muy poca paciencia- y los gritos comenzaron a escucharse hasta la General Paz - también es notable cómo todos los Carlos tienen una tendencia innata a gritar- de todas maneras, que los gritos llegaran a la Gral. Paz no era muy sorprendente estando a solo 10 metros de ella. Como consecuencia de este altercado, el verdulero Carlos debe ser el único que ya no recomienda frutas a sus clientes independientemente de la época del año.


Y para qué seguir con la historia de Claudia cuando la que nos importa es la de Juan Etchegaray, que este día fue expulsado de su casa pero que en esta ocasión se sentía distinto.
El cuerpo le vibraba, como el más tarde lo describiría, claro que nunca más lo repetiría luego de que Raúl le dijera que tenia puesto un consolador en el culo, y Juan Carlos Etchegaray fue siempre un hombre muy pudoroso, por lo que el chiste le previno de hacer futuras alusiones al respecto.
Este estado no era gratuito. La noche anterior se había desvelado viendo Matrix por 5ta vez en el día ignorando las protestas de su madre. Cuando se levantó del sillón se sentía distinto de cuando se sentó, probablemente debido a que hacía 12 horas que se encontraba estático en la misma posición.
Se sentía elegido, algo le iba a pasar hoy a él. Estaba seguro. En todas las películas, el día menos esperado, al protagonista le pasa algo, un evento fortuito que lo transforma y le saca del anonimato para convertirlo en “el héroe”. Claro que el sentirse así contrariaba su propia teoría de que estas cosas pasaban en el momento menos pensado pero no dejaba que tales pensamientos agobiaran su causa.
La realidad fue que mientras se agobiaba con esto y se preguntaba si valdría la pena abandonar el sofá para ir a acostarse en su cama, su madre llego con una escoba para sacarlo del sillón y lo “escolto” hasta la puerta de la casa.


Volvemos al principio, a cuando Juan Carlos Etchegaray salio de su casa, recordando que fue expulsado por su madre Margarita a quien llamaremos Claudia y que se sentía especial.
Lo primero que vio en el momento en que salio fue a una hermosa adolescente de pelo castaño que tenia en su mochila, entre miles de garabatos hechos con liquid paper como suelen hacer todos los jóvenes para reafirmar su individualidad –nótese que la individualidad parte del hecho de que pueden ser muchos los que hacen lo mismo, pero cada uno lo hace distinto o algo por el estilo- un dibujo de lo que parecía una paloma recientemente atropellada pero para Juan Etchegaray bien podía ser tomada por un conejo que había sido arrollado por un camión, y que como resultado había quedado parecido a una paloma. (Nota del autor: Para aquellos envueltos en el vértigo de la historia y que no se detienen a pensar, o no pueden pensar, o aunque puedan pensar no lo saben, para Juan Etchegaray era importante que sea un conejo, por Matrix que a su vez toma la cita de Alicia en el país de las Maravillas.)
Tomo sus auriculares le dio play a su walkman; – si usted se esta preguntando en estos momentos de donde coño salio el walkman lo único que se me permite decirle es que es usted una persona muy preguntona- ya que Juan Etchegaray era incapaz de caminar sin la correcta sonorización. Reviso entre sus bolsillos buscando el cassette correcto, era una tarea tediosa y estaba decido a, en la primera oportunidad, comprar uno de esos aparatitos modernos que almacenaban quichicientas canciones, pero Juan Etchegaray difícilmente se compraba algo por cuenta propia, y la primera oportunidad tenia más que ver con que era un oportunista.


En cierta ocasión dando una clase de semiología, Juan Etchegaray vio una birome rotring bajo el banco de una alumna. La alumna usaba una minifalda, lo que atrajo la vista del lingüista (recordamos, para aquellos que toman este relato a la mitad que Juan Etchegaray era lingüista y por lo tanto con “el lingüista” nos estamos refiriendo a él y no a otro lingüista). Las piernas de la chica, a quien llamaremos “la alumna”, no eran nada del otro mundo, ni de éste tampoco, pero para Juan Etchegaray era suficiente con que fueran dos. Así fue que vio la birome y se quedo largo rato pensando en cuando acabaría la maldita clase. Entonces se dio cuenta que era “su” maldita clase y podía darle fin cuando le diera la condenada gana. Así fue que 15 minutos más tarde dio por terminada su clase en el preciso momento en que debía terminar.
Acomodo sus cosas lentamente y espero a que todos se retiren. Pero cuando levanto la vista la chica todavía estaba ahí. Haciéndose el distraído saco sus cosas y comenzó a hurgar en su maletín como buscando algo. Sacaba los papeles y los volvía a poner y se mostraba concentrado en lo que hacía. Tan bien disimulaba que ni siquiera se tomaba un segundo en ver que hacia la chica. Porque de haberlo hecho hubiera comprobado que tenía los ojos cerrados y, de haber mirado con más atención, podría haber comprobado que no respiraba. Pero Juan Etchegaray seguía con su juego, podía no ser muy creativo ni inteligente pero una vez que tenía una buena idea la ponía en funcionamiento hasta el final. Siguió largo rato sacando y poniendo cosas, y su cara de consternación era digna de un Oscar, hasta que finalmente el codo de la chica cedió y su cabeza se dejo caer hacia un costado. Esto hizo que Juan la mirara y se preguntara como haría para seguir dormida en una posición tan incomoda. Se acerco ya que no podía permitir que la pobre niña se levantara a la otra mañana con un terrible dolor de cuello –él sabía bien como se sentiría, de hecho lo vivía en carne propia ya que desde 3er grado no había cambiado de cama- y suavemente toco su hombro. Nada… “Raro”, se dijo a si mismo, “está chica esta muy pálida”. Finalmente, luego de 1 hora 45 minutos y 13 segundos se dio cuenta de lo que sucedía y llamo a seguridad. Vinieron corriendo. Más tarde médicos y policías estaban en el lugar. Pacientemente espero Juan por la birome (el sabía que eran caras). La policía le hizo algunas preguntas y le pidieron amablemente que los acompañara a la comisaría para declarar. Juan Etchegaray no pudo contenerse más y dijo que le faltaba algo, una birome. Pidió a la policía si podía buscarla antes de irse. Desafortunadamente, ya no estaba.


Regresemos. Juan Etchegaray arrojado de su casa por Claudia (Margarita), sintiéndose especial y siguiendo a un garabato en liquid paper al ritmo de la música de Rage against the Machine. Siguió a la chica hasta una farmacia y espero pacientemente que algo sucediera. Dos personas sospechosas entraron, pero nada sucedió. La chica salio, y vio a Juan Etchegaray. Por supuesto Juan no reparo en esto o simplemente lo tomo como una señal más para que la siguiera. El seguimiento había despertado un sentimiento que hacía mucho Juan no sentía. Desde que dejo esa tarde su casa que no había ido al baño. No podía darse el tiempo. Dos horas más estuvo Juan conteniéndose. Tarde o temprano la chica tendría que ir al baño y en ese momento el también podría ir. De repente una imagen vino a su cabeza. Recordó las sabias palabras de su difunto padre: - “Si manejas por Australia y te cruzas con un canguro, acelera” y “Nunca cortes el mazo jugando al chancho. Nunca”. El padre también tendía a repetir palabras, en su caso era nunca, pero a diferencia del eco que hacia su madre, él lo hacia al principio y final de cada oración. Hasta este día a la primera frase no le había encontrado utilidad ya que las veces que se cruzo con un canguro en Bs. As. no se encontraba en un auto y poco hubiera podido hacer siendo que estos estaban entre rejas en el zoológico. Y este día no fue la excepción. La segunda por suerte lo había rescatado de varias situaciones tensas de su vida. (Por eso me pareció importante que usted lector también la leyera, ya que tal vez, le ayude más de una vez. Recuerde: NUNCA corte en el chancho, NUNCA).


Retomemos donde nos quedamos, teníamos a Juan expulsado, Margarita o Claudia, ya no recuerdo, el sentimiento especial, la chica de la mochila, y las ganas de ir al baño que se acoplarían con el sentimiento especial. Poco queda por remarcar más que: Juan no pudo contenerse más, abandono su seguimiento y casi no consigue llegar al mingitorio.
Salio del bar (al que había entrado para ir al baño, porque que yo sepa mingitorios en la calle todavía no pusieron) y miro al cielo. Espero por una señal y la encontró. Una señal solo presente para ávidas mentes como la suya, una señal que muchos no hubieran podido percibir, pero él… sí. Estaba anocheciendo. Y Juan Etchegaray sabia que en las noches de Bs. As. pasaban muchas cosas. La luna era llena y “en las noches de luna llena las bestias salen” se dijo a si mismo, sobre todo en una ciudad como Bs. As. También recordó que era un Martes 13, y justamente los martes era el día del programa “la peluquería del Chino” y salio corriendo hacia su casa.
Ciertas historias tienen mejores finales que otras, lo sé, pero si esperaban un final espectacular es que todavía no captaron la esencia de Etchegaray. Nunca nada interesante va a pasar en su vida. Y si pasara no se daría cuenta, ya que sus intereses son más altos que los nuestros, “mortales”.

martes, 25 de septiembre de 2007

Y de tu vida... que?

Un blog. Quién lo hubiera dicho? Pero parece que a todos les toca, hasta a mi. Y a quien le importa lo que tenga que decir? Supongo que a nadie, pero eso no es importante, lo importante es que es mi blog y puedo poner / escribir lo que quiera. Y si lo que quiero es opinar, opinare. Y si no te importa, para que leer?

Aquellos que me conocen saben que viví una infancia feliz y que con mis rizos rubios supe correr al compás del viento. Lamentablemente un hecho en mi vida me ennegreció el alma, el cuerpo y los cabellos. Pero eso no es algo que se pueda contar acá. Solo con una cerveza puede que lleguen a escuchar como pase de ser un niño con sus mejillas coloradas y cabellos dorados a lo que soy.

Algunos dirán que estoy grande para tener un blog, otros que no tengo nada que poner en un blog y otros que no soy lo suficientemente lindo para tener un blog.

Para todos ustedes decirles que se vayan al cuerno, porque tengo un blog y ese es el fin del cuento.